Piedad Bonnett

Piedad Bonnett, 2022 (Rodrigo Jimenez).

Piedad Bonnett, poète, romancière, essayiste et dramaturge colombienne (Amalfi -Antoquia, 1951), a reçu ces jours derniers le XXXIII Prix Reina Sofía de Poésie Iberoaméricaine. Il est attribué chaque année depuis 1992 à un poète ibéroaméricain par Patrimonio Nacional et l’université de Salamanque.

La liste des précédents lauréats est impressionnante : Claudio Rodríguez, José Hierro, Álvaro Mutis, José Ángel Valente, Nicanor Parra, Sophia de Mello Breyner, Juan Gelman, Antonio Gamoneda, Blanca Varela, José Emilio Pacheco, Francisco Brines, María Victoria Atencia, Ida Vitale, Rafael Cadenas, Joan Margarit, Raúl Zurita. Un seul bémol : le faible nombre de poètes portugais ou brésiliens couronnés.

Poésie
De círculo y ceniza (Ediciones Uniandes, 1989)
Nadie en casa (Fundación Simón y Lola Gubereck, 1994)
El hilo de los días (Colcultura, 1995) Premio Nacional de Poesía de Colombia
Ese animal triste (Editorial Norma, 1996)
Todos los amantes son guerreros (1998)
Las tretas del débil (Punto de lectura, 2004)
Las herencias (Visor, 2008)
Explicaciones no pedidas (Visor, 2011) Premio Casa de América de poesía americana. Premio de Poesía José Lezama Lima 2014.
Los habitados (Visor, 2017). Premio de Poesía Generación del 27 2016
Lo terrible es el borde (Visor, 2021)

Romans et récit autobiographique
Después de todo (2001)
Para otros es el cielo (2004)
Siempre fue invierno (2007)
El prestigio de la belleza (2010)
Lo que no tiene nombre (2013) qui parle du suicide de son fils Daniel à New York alors qu’il n’avait que 28 ans.
Donde nadie me espere (2018)
Qué hacer con estos pedazos (2022)
Tous ses romans sont publiés par Alfaguara.

J’ai choisi 4 de ses poèmes :

Biografía de un hombre con miedo

Mi padre tuvo pronto miedo de haber nacido.
Pero pronto también
le recordaron los deberes de un hombre
y le enseñaron
a rezar, a ahorrar, a trabajar.
Así que pronto fue mi padre un hombre bueno.
(“Un hombre de verdad”, diría mi abuelo).
No obstante,
-como un perro que gime, embozalado
y amarrado a su estaca- el miedo persistía
en el lugar más hondo de mi padre.
De mi padre,
que de niño tuvo los ojos tristes y de viejo
unas manos tan graves y tan limpias
como el silencio de las madrugadas.
Y siempre, siempre, un aire de hombre solo.
De tal modo que cuando yo nací me dio mi padre
todo lo que su corazón desorientado
sabía dar. Y entre ello se contaba
el regalo amoroso de su miedo.
Como un hombre de bien mi padre trabajó cada
mañana,
sorteó cada noche y cuando pudo
se compró a cuotas la pequeña muerte
que siempre deseó.
La fue pagando rigurosamente,
sin sobresalto alguno, año tras año,
como un hombre de bien, el bueno de mi padre.

El hilo de los días, 1995.

Las cicatrices

No hay cicatriz, por brutal que parezca,
que no encierre belleza.
Una historia puntual se cuenta en ella,
algún dolor.
Pero también su fin.
Las cicatrices, pues, son las costuras
de la memoria,
un remate imperfecto que nos sana
dañándonos.
La forma
que el tiempo encuentra
de que nunca olvidemos las heridas.

Explicaciones no pedidas, 2011

Oración

Para mis días pido,
Señor de los naufragios,
no agua para la sed, sino la sed,
no sueños
sino ganas de soñar.
Para las noches,
toda la oscuridad que sea necesaria
para ahogar mi propia oscuridad.

En el borde

Lo terrible es el borde, no el abismo.
En el borde
hay un ángel de luz del lado izquierdo,
un largo río oscuro del derecho
y un estruendo de trenes que abandonan los rieles
y van hacia el silencio.
Todo
cuanto tiembla en el borde es nacimiento.
Y solo desde el borde se ve la luz primera
el blanco-blanco
que nos crece en el pecho.
Nunca somos más hombres
que cuando el borde quema nuestras plantas desnudas.
Nunca estamos más solos.
Nunca somos más huérfanos.

https://www.lesvraisvoyageurs.com/2019/04/14/piedad-bonnett-2/

Piedad Bonnett, Ce qui n’a pas de nom. Metaillé, 2017. Traduction: Amandine Py;

Piedad Bonnett

Piedad Bonnett.

Apelación

Muerte, vieja fisgona, solapada alcahueta,
descarada inquilina de cuerpos aún calientes,
militante secreta de la nada,
boca oscura que a todos nos devoras
y a todos nos trituras
y a todos nos escupes convertidos en polvo:
ya te estoy esperando,
ya vi tu ojo de sangre sonreírme
y me escupió tu rancio aliento el rostro.
Por ti este sol que hace nacer las sombras duele tanto
y el día se hace breve como un gesto;
hace ya muchos días que por dentro te llevo,
que por mí te derramas como un cáncer espeso.
Aquí estoy, dócil presa a tu avidez rendida:
arráncame los ojos con tu mano enlodada, prívame de la herida de la tarde,
del oso embravecido que pinta aquella nube,
de la mancha escarlata del envés de esta hoja.
Devórame la piel,
niégame el humo
que al borde de la noche huele a infancia.
Rompe todas las cuerdas, destruye los violines,
gangrena las gargantas de los pájaros.
Destroza mi estructura hueso a hueso,
conviérteme en arena, en polvo, en nada,
pero déjame, virgen asesina,
la inocente ilusión de la palabra.


De círculo y ceniza, 1989.

Piedad Bonnett II

Piedad Bonnett.

Piedad Bonnett est née à Amalfi (Antioquia) en Colombie) en 1951. C’est une poétesse, romancière, dramaturge et critique littéraire.

Sa famille s’installe à Bogota lorsqu’elle a 8 ans. Elle a obtenu une licence de Philosophie et Lettres à l’Université des Andes de Bogota, où elle est professeur de philosophie et de langues depuis 1981.

Elle a obtenu de nombreux prix, par exemple le Prix National de Poésie, Instituto Colombiano de Cultura en 1994, le Prix Casa de las Américas, Prix de poésie José Lezama Lima, en 2014, pour Explicaciones no pedidas.

Lo que no tiene nombre, 2013 a été traduit en français sous le titre Ce qui n’a pas de nom (Éditions Métailié, 2017). Dans ce court récit, Piedad Bonnett raconte à la première personne le suicide de son fils Daniel, vingt-huit ans, qui s’est jeté du toit de son immeuble à New York le 14 mai 2011. Huit ans plus tôt, on avait diagnostiqué sa schizophrénie. Elle raconte son besoin désespéré de trouver des traces d’une vie personnelle, un journal, des écrits et essaie de comprendre le combat inégal du jeune homme contre la folie qui le cerne.

Rosa Montero: «Un livre incandescent, courageux jusqu’à la violence, extraordinaire. Piedad Bonnett écrit depuis l’abîme et éclaire l’obscurité avec un texte pénétrant et indispensable.»
Mario Vargas Llosa: «La vie, la mort et la littérature se mêlent comme sur une scène de théâtre dans ce témoignage extraordinaire où convergent la vérité la plus intime et le talent créatif.»

Piedad Bonnett a lu ce texte lors de l’enterrement de son fils:
“Daniel amaba la vida. Amaba el sol y el agua, la buena comida, el cine, la música. Amaba también el conocimiento. Y amó mucho su arte, el dibujo y la pintura, a cuyo estudio y práctica dedico muchas horas, de las que derivó, sin duda, mucha felicidad. Daniel disfrutó sus amigos, su familia, y supo lo que era enamorarse, sufrir y gozar el amor. Adoraba viajar y lo hizo todas las veces que pudo. Realizó su sueño cuando se fue a vivir a Nueva York, ciudad que conoció bien desde su adolescencia, cuando viajaba en vacaciones a tomar cursos de pintura.
Fue un muchacho talentoso, sensible, amable y respetuoso con los demás, disciplinado y cumplidor de su deber. Al ingresar a su cuarto en Nueva York, después de su muerte, nos sorprendió el orden impecable en que vivía, rodeado de cuadernos y libros y objetos queridos. No parecía, como en el poema de Wistawa Szymborska, “que de esa habitación no hubiera salida, al menos por la puerta/ o que no tuviera perspectiva, al menos desde la ventana.
Por eso, si él pudiera ver hoy lo que hizo, tal vez lo lamentaría. O tal vez no. Porque Daniel tuvo que dar, desde sus 18 años, una gran batalla contra un trastorno mental. Y fue así como con gran valentía y con la ayuda de algunos de los que lo quisimos y de su médico, Danny pudo estudiar arte, hacer una opción en arquitectura, ser maestro de niños y jóvenes, pintar sus cuadros, e ingresar a hacer su maestría en la Universidad de Columbia. Pero esta vez la enfermedad, el cansancio y el dolor, terminaron por vencerlo.
Recordemos a Daniel como lo que en esencia fue: un muchacho no sólo inteligente sino bueno. Y consolémonos pensando que, como en el verso de José Emilio Pacheco, en nuestra memoria, con sus espléndidos 28 años, ahora es bello para siempre.”

Piedad Bonnett I

Piedad Bonnett.

Las cicatrices

No hay cicatriz, por brutal que parezca,
que no encierre belleza.
Una historia puntual se cuenta en ella,
algún dolor.
Pero también su fin.
Las cicatrices, pues,
son las costuras de la memoria,
un remate imperfecto que nos sana
dañándonos.
La forma que el tiempo encuentra
de que nunca olvidemos las heridas.

Explicaciones no pedidas, 2011