He visto entrar a todos los tejados
las tijeras del cielo:
van y vienen y cortan transparencia:
nadie se quedará sin golondrinas.
Aquí era todo
ropa, el aire espeso
como frazada y un vapor del sal
nos empapó el otoño
y nos acurrucó contra la leña.
En la costa del Valparaíso,
hacía el sur de la Planta Ballenera:
allí todo el invierno se sostuvo
intransferible con su cielo amargo.
Hasta que hoy al salir
volaba el vuelo,
no paré mientes al principio, anduve
aún entumido, con dolor de frío,
y allí estaba volando,
allí volvía
la primavera a repartir el cielo.
Golondrinas de agosto y de la costa,
tajantes, disparadas
en el primer azul,
saetas de aroma:
de pronto respiré las acrobacias
y comprendí que aquello
era la luz que volvía a la tierra,
las proezas del polen en el vuelo,
y la velocidad volvía a mi sangre.
Volví a ser piedra de la primavera.
Buenos días, señores golondrinas
o señoritas o alas o tijeras,
buenos días al vuelo del cielo
que volvió a mi tejado:
he comprendido al fin
que las primeras flores
son plumas de septiembre.
Il est aujourd’hui de bon ton de critiquer les côtés sombres du poète chilien: son séjour comme consul à Rangoon (Birmanie), ses rapports avec Josie Bliss en 1928, son mariage avec Maryka Antonieta Hagenaar (1930-1942), son lien avec sa fille Malva Marina, enfant hydrocéphale (1934-1943), son stalinisme etc. C’est un immense poète. «Ningún poeta del hemisferio occidental de nuestro siglo admite comparación con él», ha escrito el crítico literario Harold Bloom, quien lo considera uno de los veintiséis autores centrales del canon de la literatura occidental de todos los tiempos.” (Wikipedia en espagnol) Son amitié avec Federico García Lorca, son influence sur la poésie de la Generación de 1927 furent décisives. Residencia en la tierra(1925–1931), publié à Madrid en 1935, est un chef d’oeuvre. Son aide aux républicains espagnols fut aussi très importante. C’est le Victor Hugo de la littérature hispanique.
ODA A LA EDAD
Yo no creo en la edad.
Todos los viejos llevan en los ojos un niño, y los niños a veces nos observan como ancianos profundos.
Mediremos la vida por metros o kilómetros o meses? Tanto desde que naces? Cuanto debes andar hasta que como todos en vez de caminarla por encima descansemos, debajo de la tierra?
Al hombre, a la mujer que consumaron acciones, bondad, fuerza, cólera, amor, ternura, a los que verdaderamente vivos florecieron y en su naturaleza maduraron, no acerquemos nosotros la medida del tiempo que tal vez es otra cosa, un manto mineral, un ave planetaria, una flor, otra cosa tal vez, pero no una medida.
Tiempo, metal o pájaro, flor de largo pecíolo, extiéndete a lo largo de los hombres, florécelos y lávalos con agua abierta o con sol escondido. Te proclamo camino y no mortaja, escala pura con peldaños de aire, traje sinceramente renovado por longitudinales primaveras.
Ahora, tiempo, te enrollo, te deposito en mi caja silvestre y me voy a pescar con tu hilo largo los peces de la aurora!
Flamenco (Pheinicoprteris Chilensis) Niño era yo, Pablo Neruda, vecino del agua en Toltén, del implacable mar, del río, del agua encerrada en el lago. La espesa montaña olorosa se fotografiaba en las aguas y el ulmo doble florecía sobre la selva y en el agua. Entonces, oh entonces! viví, honor del tiempo transparente, la visión de un angel rosado que traía pausado vuelo. Era su cuerpo hecho de plumas, eran de pétalos sus alas, era una rosa que volaba dirigiéndose a la dulzura. Se posó el ángel en el agua como una nave nacarada y resplandecía en la luz el rosal rosa de su cuello.
Abandoné aquellas regiones
me vestí de frac y de hierro,
cambié de idioma y de estatura,
resucité de muchas muertes,
me mordieron muchos dolores,
sin cesar cambié de alegría,
pero en el fondo de mí mismo
como en aquel lago perdido
sigue viviendo la visión
de un ave o ángel indeleble
que transformó la luz del día
con el esplendor de su ser
y su movimiento rosado.
Arte de pájaros. Santiago, Ediciones Sociedad de Amigos del Arte Contemporáneo, 1966.
(…) Mais au fond de moi-même, comme dans ce lac perdu, continue à vivre la vision d’un oiseau ou ange indélébile que transforme la lumière du jour avec la splendeur de sa présence et son rose en mouvement.
Le chanteur chilien Ángel Parra (1943-2017), fils de Violeta Parra, a réalisé un album en 1966 à partir de ce recueil de poèmes.
Le salar d’Atacama est le salar ou dépôt salin le plus grand du Chili (3000 km²). Il est situé à 2305 mètres d’altitude dans la région d’Antofagasta, à 55 km au sud de la ville de San Pedro de Atacama, au pied des hauts volcans Licancabur (5916 m.) et Láscar (5592 m.). La lagune Chaxa est un poumon de vie dans le très hostile salar d’Atacama. Le site a été inscrit en 1996 dans la liste des “zones humides d’importance internationale”. On peut y observer les 3 espèces de flamants de la région.
Coup d’état militaire en Bolivie le 12 novembre 2019. La droite bourgeoise et raciste revient au pouvoir avec l’aide de l’armée et de la police. Trump, Bolsonaro sont derrière tout cela. Envie de vomir.
Je me souviens de notre voyage dans ce pays magnifique en octobre 2016.
Copacabana – Lac Titicaca – Huatajata – Tiahuanaco – La Paz – Vallée de la Lune – Tarabuco – Potosí – Sucre – Oruro – Desaguadero.
L’indépendance du pays a été obtenue en 1825, grâce aux armées de Bolívar, en hommage duquel la Bolivie prit son nom.
Samedi 16 octobre (10h-11h). France Culture. Simon Bolivar, encore ettoujours. Concordance des Temps de Jean-Noël Jeanneney.
Un extrait du poème de Pablo Neruda, Un chant pour Bolivar, est lu par Pierre Constant (Émission “Poèmes du monde” France Culture, 10 juillet 1971).
UN CANTO PARA BOLÍVAR
Padre nuestro que estás en la tierra, en el agua, en el aire de toda nuestra extensa latitud silenciosa, todo lleva tu nombre, padre, en nuestra morada: tu apellido la caña levanta a la dulzura, el estaño bolívar tiene un fulgor bolívar, el pájaro bolívar sobre el volcán bolívar, la patata, el salitre, las sombras especiales, las corrientes, las vetas de fosfórica piedra, todo lo nuestro viene de tu vida apagada, tu herencia fueron ríos, llanuras, campanarios, tu herencia es el pan nuestro de cada día, padre.
Tu pequeño cadáver de capitán valiente ha extendido en lo inmenso su metálica forma, de pronto salen dedos tuyos entre la nieve y el austral pescador saca a la luz de pronto tu sonrisa, tu voz palpitando en las redes. De qué color la rosa que junto a tu alma alcemos? Roja será la rosa que recuerde tu paso. Cómo serán las manos que toquen tu ceniza? Rojas serán las manos que en tu ceniza nacen. Y cómo es la semilla de tu corazón muerto? Es roja la semilla de tu corazón vivo.
Por eso es hoy la ronda de manos junto a ti. Junto a mi mano hay otra y hay otra junto a ella, y otra más, hasta el fondo del continente oscuro. Y otra mano que tú no conociste entonces viene también, Bolívar, a estrechar a la tuya: de Teruel, de Madrid, del Jarama, del Ebro, de la cárcel, del aire, de los muertos de España llega esta mano roja que es hija de la tuya.
Capitán, combatiente, donde una boca grita libertad, donde un oído escucha, donde un soldado rojo rompe una frente parda, donde un laurel de libres brota, donde una nueva bandera se adorna con la sangre de nuestra insigne aurora, Bolívar, capitán, se divisa tu rostro. Otra vez entre pólvora y humo tu espada está naciendo. Otra vez tu bandera con sangre se ha bordado. Los malvados atacan tu semilla de nuevo, clavado en otra cruz está el hijo del hombre.
Pero hacia la esperanza nos conduce tu sombra, el laurel y la luz de tu ejército rojo a través de la noche de América con tu mirada mira. Tus ojos que vigilan más allá de los mares, más allá de los pueblos oprimidos y heridos, más allá de las negras ciudades incendiadas, tu voz nace de nuevo, tu mano otra vez nace: tu ejército defiende las banderas sagradas: la Libertad sacude las campanas sangrientas, y un sonido terrible de dolores precede la aurora enrojecida por la sangre del hombre. Libertador, un mundo de paz nació en tus brazos. La paz, el pan, el trigo de tu sangre nacieron, de nuestra joven sangre venida de tu sangre saldrán paz, pan y trigo para el mundo que haremos.
Yo conocí a Bolívar una mañana larga, en Madrid, en la boca del Quinto Regimiento, Padre, le dije, eres o no eres o quién eres? Y mirando el Cuartel de la Montaña, dijo: “Despierto cada cien años cuando despierta el pueblo”.
Tercera Residencia. (1935-1945). Buenos Aires, Edición Losada, 1947.
Un chant pour Bolivar
Notre Père qui est sur la terre, sur l’eau, sur l’air
de toute notre vaste étendue silencieuse,
tout porte ton nom, père, dans notre demeure:
ton nom incite la canne à sucre à la douceur,
l’étain bolivar a un éclat bolivar,
l’oiseau bolivar sur le volcan bolivar,
la pomme de terre, le salpêtre, les ombres singulières,
les courants, les couches de pierre phosphorique,
tout ce qui est à nous vient de ta vie éteinte,
les fleuves, les plaines, les clochers furent ton héritage,
ton héritage notre pain de chaque jour, père.
Ton petit cadavre de capitaine courageux
a déployé dans l’infini sa forme métallique,
tes doigts surgissent soudain entre la neige
et le pêcheur austral tire tout à coup ton sourire à la lumière,
ta voix palpitante entre ses filets.
De quelle couleur sera la rose qu’auprès de ton âme nous élèverons?
Rouge sera la rose qui rappellera ton passage.
Comment seront les mains qui recueilleront ta cendre?
Rouges seront les mains qui naissent de ta cendre.
Et comment est la graine de ton cœur mort?
Rouge est la graine de ton cœur vivant.
Voilà pourquoi il y a aujourd’hui autour de toi une ronde de mains.
Près de ma main il y en a une autre et il y en a une autre
auprès d’elle,
et une autre encore, jusqu’au fond du continent obscur.
Et une autre main que tu ne connus pas alors
arrive aussi, Bolivar, pour étreindre la tienne:
de Teruel, de Madrid, du Jarama, de l’Èbre,
de la prison, de l’air, des morts de l’Espagne
arrive cette main rouge qui est la fille de la tienne.
Capitaine, combattant, là où une bouche
crie liberté, là où une oreille écoute,
là où un soldat rouge brise un front brun,
là où un laurier d’homme libre surgit, là où un nouveau
drapeau se pare du sang de notre insigne aurore,
Bolivar, capitaine, apparaît ton visage.
Encore une fois entre poudre et fumée ton épée est en train de naître.
Encore une fois ton drapeau s’est brodé de sang.
La perversion attaque à nouveau ta semence,
le fils de l’homme est cloué sur une autre croix.
Mais ton ombre nous conduit vers l’espérance,
le laurier et la lumière de ton armée rouge
regardent par ton regard à travers la nuit d’Amérique.
Tes yeux qui veillent au-delà des mers,
au-delà des peuples opprimés et blessés,
au-delà des noires villes incendiées,
ta voix naît à nouveau, ta main naît une fois encore:
ton armée défend les drapeaux sacrés:
la Liberté agite les cloches sanglantes,
et un son terrible de souffrances précède
l’aurore rougie par le sang de l’homme.
Libérateur, un monde de paix est né dans tes bras.
La paix, le pain, le blé naquirent de ton sang,
de notre jeune sang qui est né de ton sang
surgiront paix, pain, blé pour le monde que nous ferons.
J’ai connu Bolivar par un long matin,
à Madrid, au sein du Cinquième Régiment.
Père, lui dis-je, es-tu ou n’es-tu pas ou qui es-tu?
Et regardant le Cuartel de la Montaña, il dit:
«Je m’éveille tous les cent ans quand le peuple s’éveille.»
Résidence sur la Terre, Traduit de l’espagnol par Guy Suarès. Collection Poésie/Gallimard N° 83 (1972)
“Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie.” Confieso que he vivido. Memorias. 1974.
Misión de amor (Pablo Neruda)
Yo los puse en mi barco.
Era de día y Francia
su vestido de lujo
de cada día tuvo aquella vez,
fue
la misma claridad de vino y aire
su ropaje de diosa forestal.
Mi navío esperaba
con su remoto nombre “Winnipeg”
Pero mis españoles no venían
de Versalles,
del baile plateado,
de las viejas alfombras de amaranto,
de las copas que trinan
con el vino,
no, de allí no venían,
no, de allí no venían.
De más lejos,
de campos de prisiones,
de las arenas negras
del Sahara,
de ásperos escondrijos
donde yacieron
hambrientos y desnudos,
allí a mi barco claro,
al navío en el mar, a la esperanza
acudieron llamados uno a uno
por mí, desde sus cárceles,
desde las fortalezas
de Francia tambaleante
por mi boca llamados
acudieron,
Saavedra, dije, y vino el albañil,
Zúñiga, dije, y allí estaba,
Roces, llamé, y llegó con severa sonrisa,
grité, Alberti! y con manos de cuarzo
acudió la poesía.
Labriegos, carpinteros,
pescadores,
torneros, maquinistas,
alfareros, curtidores:
se iba poblando el barco
que partía a mi patria.
Yo sentía en los dedos
las semillas
de España
que rescaté yo mismo y esparcí
sobre el mar, dirigidas
a la paz
de las praderas.
Yo reúno (Pablo Neruda)
Qué orgullo el mío cuando
palpitaba
el navío
y tragaba
más y más hombres, cuando
llegaban las mujeres
separadas
del hermano, del hijo, del
amor,
hasta el minuto mismo
en que
yo
los reunía,
… y el sol caía sobre el mar
y sobre
aquellos
seres desamparados
que entre lágrimas locas,
entrecortados nombres,
besos con gusto a sal,
sollozos que se ahogaban,
ojos que desde el fuego sólo
aquí se
encontraron;
de nuevo aquí nacieron
resurrectos,
vivientes,
y era mi poesía la bandera
sobre tantas congojas,
la que desde el navío los llamaba
latiendo y acogiendo
los legados
de la descubridora
desdicha,
de la madre remota
que me otorgó la sangre y la palabra.
Memorial de Isla Negra, Primera edición, Buenos Aires, Editorial Losada, 1964
El exilio español en Chile a bordo del Winnipeg cumple 80 años. (El Diario, 02/09/2019)
Le 4 août 1939, environ 2 200 républicains espagnols embarquaient sur le bateau Winnipeg, un cargo de 9000 tonnes, battant pavillon canadien. Il partit du port français de Trompeloup, commune de Pauillac en Gironde. Le bateau fut affrété par le ministre des affaires étrangères chilien Abraham Ortega Aguayo, le poète Pablo Neruda qui avait été nommé consul spécial pour l’immigration républicaine espagnole et sa compagne argentine Delia del Carril. Il avait obtenu l’accord du président Pedro Aguirre Cerda malgré les pressions et critiques de la droite. Pablo Neruda devait embarquer en priorité des familles et des professions précises (artisans, ouvriers, techniciens), en tenant compte des besoins de l’économie chilienne. Le bateau avait été adapté pour le voyage dans les chantiers navals du Havre en juin et juillet 1939. Le voyage dura 30 jours. Le 2 septembre 1939, à la tombée de la nuit, il arriva à Valparaiso au Chili. Les réfugiés purent débarquer le 3 septembre. Ils furent reçus par les autorités civiles et militaires, les dirigeants politiques et syndicaux. Ces migrants s’intégrèrent parfaitement dans la société chilienne.
Confieso que he vivido. Memorias. 1974 (Pablo Neruda)
«Me gustó desde un comienzo la palabra Winnipeg. Las palabras tienen alas o no las tienen. Las ásperas se quedan pegadas al papel, a la mesa, a la tierra. La palabra Winnipeg es alada. La vi volar por primera vez en un atracadero de vapores, cerca de Burdeos. Era un hermoso barco viejo, con esa dignidad que dan los siete mares a lo largo del tiempo. Lo cierto es que nunca llevó aquel barco más de setenta u ochenta personas a bordo. Lo demás fue cacao, copra, sacos de café y de arroz, minerales. Ahora le estaba destinado un cargamento más importante: la esperanza. Ante mi vista, bajo mi dirección, el navío debía llenarse con dos mil hombres y mujeres. Venían de campos de concentración, de inhóspitas regiones, del desierto, del África. Venían de la angustia, de la derrota, y este barco debía llenarse con ellos para traerlos a las costas de Chile, a mi propio mundo que los acogía. Eran los combatientes españoles que cruzaron la frontera de Francia hacia un exilio que dura más de 30 años. La guerra civil -e incivil- de España agonizaba en esta forma: con gentes semiprisioneras, acumuladas por aquí y allá, metidas en fortalezas, hacinadas durmiendo en el suelo sobre la arena. El éxodo rompió el corazón del máximo poeta don Antonio Machado. Apenas cruzó la frontera se terminó su vida. Todavía con restos de sus uniformes, soldados de la República llevaron su ataúd al cementerio de Collioure. Allí sigue enterrado aquel andaluz que cantó como nadie los campos de Castilla.
Yo no pensé, cuando viajé de Chile a Francia, en los azares, dificultades y adversidades que encontraría en mi misión. Mi país necesitaba capacidades calificadas, hombres de voluntad creadora. Necesitábamos especialistas. El mar chileno me había pedido pescadores. Las minas me pedían ingenieros. Los campos, tractoristas. Los primeros motores Diesel me habían encargado mecánicos de precisión. Recoger a estos seres desperdigados, escogerlos en los más remotos campamentos y llevarlos hasta aquel día azul, frente al mar de Francia, donde suavemente se mecía el barco Winnipeg, fue cosa grave, fue asunto enredado, fue trabajo de devoción y desesperación. Se organizó el SERE, organismo de ayuda solidaria. La ayuda venía, por una parte, de los últimos dineros del gobierno republicano y, por otra, de aquella que para mí sigue siendo una institución misteriosa: la de los cuáqueros. Me declaro abominablemente ignorante en lo que a religiones se refiere. Esa lucha contra el pecado en que éstas se especializan me alejó en mi juventud de todos los credos y esta actitud superficial, de indiferencia, ha persistido toda mi vida. La verdad es que en el puerto de embarque aparecieron estos magníficos sectarios que pagaban la mitad de cada pasaje español hacia la libertad sin discriminar entre ateos o creyentes, entre pecadores o pescadores. Desde entonces cuando en alguna parte leo la palabra cuáquero le hago una reverencia mental.
Los trenes llegaban de continuo hasta el embarcadero. Las mujeres reconocían a sus maridos por las ventanillas de los vagones. Habían estado separados desde el fin de la guerra. Y allí se veían por primera vez frente al barco que los esperaba. Nunca me tocó presenciar abrazos, sollozos, besos, apretones, carcajadas de dramatismo tan delirantes. Luego venían los mesones para la documentación, identificación, sanidad. Mis colaboradores, secretarios, cónsules, amigos, a lo largo de las mesas, eran una especie de tribunal del purgatorio. Y yo, por primera y última vez, debo haber parecido Júpiter a los emigrados. Yo decretaba el último sí o el último No. Pero yo soy más sí que No, de modo que siempre dije sí. ‘ Pero, véase bien, estuve a punto de estampar una negativa. Por suerte comprendí a tiempo y me libré de aquel NO. Sucede que se presentó ante mí un castellano, paletó de blusa negra, abuchonada en las mangas. Ese blusón era uniforme en los campesinos manchegos. Allí estaba aquel hombre maduro, de arrugas profundísimas en el rostro quemado, con su mujer y sus siete hijos. Al examinar la tarjeta con sus datos, le pregunté sorprendido: -Usted es trabajador del corcho? -Sí, señor -me contestó severamente. -Hay aquí una equivocación -le repliqué-. En Chile no hay alcornoques. Qué haría usted por allá? -Pues, los habrá -me respondió el campesino. -Suba al barco -le dije-. Usted es de los hombres que necesitamos. Y él, con el mismo orgullo de su respuesta y seguido de sus siete hijos, comenzó a subir las escalas del barco Winnipeg. Mucho después quedó probada la razón de aquel español inquebrantable: hubo alcornoques y, por lo tanto, ahora hay corcho en Chile.
Estaban ya a bordo casi todos mis buenos sobrinos, peregrinos hacia tierras desconocidas, y me preparaba yo a descansar de la dura tarea, pero mis emociones parecían no terminar nunca. El gobierno de Chile, presionado y combatido, me dirigía un mensaje: «INFORMACIONES DE PRENSA SOSTIENEN USTED EFECTÚA INMIGRACIÓN MASIVA ESPAÑOLES. RUÉGOLE DESMENTIR NOTICIA O CANCELAR VIAJE EMIGRADOS.» Qué hacer? Una solución: Llamar a la prensa, mostrarle el barco repleto con dos mil españoles, leer el telegrama con voz solemne y acto seguido dispararme un tiro en la cabeza. Otra solución: Partir yo mismo en el barco con mis emigrados y desembarcar en Chile por la razón o la poesía. Antes de adoptar determinación alguna me fui al teléfono y hablé al Ministerio de Relaciones Exteriores de mi país. Era difícil hablar a larga distancia en 1939. Pero mi indignación y mi angustia se oyeron a través de océanos y cordilleras y el Ministro solidarizó conmigo. Después de una incruenta crisis de Gabinete, el Winnípeg, cargado con dos mil republicanos que cantaban y lloraban, levó anclas y enderezó rumbo a Valparaíso. Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie.»
Ramón
está escondido,
vive en su gruta
como un oso de azúcar.
Sale sólo de noche
y trepa por las ramas
de la ciudad, recoge
castañas tricolores,
piñones erizados,
clavos de olor, peinetas de tormenta,
azafranados abanicos muertos,
ojos perdidos en las bocacalles,
y vuelve con su saco
hasta su madriguera trasandina
alfombrada con largas cabelleras
y orejas celestiales.
Vuelve lleno de miedo
al golpe de la puerta,
al ímpetu
espacial de los aviones,
al frío que se cuela desde España,
a las enredaderas, a los hombres,
a las banderas, a la ingeniería.
Tiene miedo de todo.
Allí en su cueva
reunió los alimentos
migratorios
y se nutre de claridad sombría
y de naranjas.
De pronto
sale un fulgor, un rayo
de su faro
y el haz ultravioleta
que encerraba
su frente
nos ilumina el diámetro y la fiesta,
nos muestra el calendario
con Viernes más profundos,
con Jueves como el mar vociferante,
todo repleto, todo
maduro con sus orbes,
porque el revelador del universo
Ramón se llama y cuando
sopla en su flor de losa, en su trompeta,
acuden manantiales,
muestra el silencio sus categorías.
Oh Rey Ramón,
monarca
mental,
director
ditirámbico
de la interrogadora poesía,
pastor de las parábolas
secretas, autor
del alba y su
desamparado
cataclismo,
poeta
presuroso
y espacioso,
con tantos sin embargos
con tantos ojos ciegos,
porque
viéndolo todo
Ramón se irrita
y se desaparece,
se confunde en la bruma
del calamar lunario
y el que todo lo dice
y puede
saludar lo que va y lo que viene,
de pronto
se inclina hacia anteayer, da un cabezazo
contra el sol de la historia,
y de ese encuentro salen chispas negras
sin la electricidad de su insurgencia.
Escribo en Isla Negra,
construyo
carta y canto.
El día estaba roto
como la antigua estatua
de una diosa marina
recién sacada de su lecho frío
con lágrimas y légamo,
y junto al movimiento
descubridor
del mar y sus arenas,
recordé los trabajos
del Poeta,
la insistencia radiante de su espuma,
el venidero viento de sus olas.
Y a Ramón
dediqué
mis himnos matinales,
la culebra de mi caligrafía,
para cuando
salga
de su prolija torre de carpincho
reciba la serena
magnitud de una ráfaga de Chile
y que le brille al mago el cucurucho
y se derramen todas sus estrellas.
Navegaciones y regresos, Buenos Aires: Losada, 1959.
Nació un hombre entre muchos que nacieron. Vivió entre muchos hombres que vivieron. Y esto no tiene historia sino tierra tierra central de Chile, donde las viñas encresparon sus cabelleras verdes, la uva se alimenta de la luz, el vino nace de los pies del pueblo.
Parral se llama el sitio
del que nació
en invierno.
Ya no existen
la casa ni la calle:
soltó la cordillera
sus caballos,
se acumuló
el profundo
poderío,
brincaron las montañas
y cayó el pueblo
envuelto
en terremoto.
Y así muros de adobe,
retratos en los muros,
muebles desvencijados
en las salas oscuras,
silencio entrecortado por las moscas,
todo volvió
a ser polvo:
sólo algunos guardamos
forma y sangre,
sólo algunos, y el vino.
Siguió el vino viviendo,
subiendo hasta las uvas
desgranadas
por el otoño
errante,
bajó a lagares sordos,
a barricas
que se tiñeron con su suave sangre,
y allí bajo el espanto
de la tierra terrible
siguió desnudo y vivo.
Yo no tengo memoria
del paisaje ni tiempo,
ni rostros, ni figuras,
sólo polvo impalpable,
la cola del verano
y el cementerio en donde
me llevaron
a ver entre las tumbas
el sueño de mi madre.
Y como nunca vi
su cara
la llamé entre los muertos, para verla,
pero como los otros enterrados,
no sabe, no oye, no contestó nada,
y allí se quedó sola, sin su hijo,
huraña y evasiva
entre las sombras.
Y de allí soy, de aquel
Parral de tierra temblorosa,
tierra cargada de uvas
que nacieron
desde mi madre muerta.
Pablo Neruda évoque son enfance à plusieurs reprises dans son oeuvre. Elle apparaît entre autres dans Chant général, poème épique en quinze chants, publié en 1950 à Mexico par Talleres Gráficos de la Nación. Il a commencé à le composer dès 1938. Cette épopée comporte 15 sections, 231 poèmes et plus de quinze mille vers et ambitionne d’être une chronique encyclopédique de toute l’Amérique latine.
XV. Yo soy
I. La frontera (1904)
Lo primero que vi fueron árboles, barrancas decoradas con flores de salvaje hermosura, húmedo territorio, bosques que se incendiaban, y el invierno detrás del mundo, desbordado. Mi infancia son zapatos mojados, troncos rotos caídos en la selva, devorados por lianas y escarabajos, dulces días sobre la avena, y la barba dorada de mi padre saliendo hacia la majestad de los ferrocarriles.
Frente a mi casa el agua austral cavaba
hondas derrotas, ciénagas de arcillas enlutadas,
que en el verano eran atmósfera amarilla
por donde las carretas crujían y lloraban,
embarazadas con nueve meses de trigo.
Rápido sol del Sur:
rastrojos, humaredas
en caminos de tierras escarlatas, riberas
de ríos de redondo linaje, corrales y potreros
en que reverberaba la miel del mediodía.
El mundo polvoriento entraba grado a grado
en los galpones, entre barricas y cordeles,
a bodegas cargadas con el resumen rojo
del avellano, todos los párpados del bosque.
Me pareció ascender en el tórrido traje
del verano, con las máquinas trilladoras,
por las cuestas, en la tierra barnizada de boldos,
erguida entre los robles, indeleble,
pegándose en las ruedas como carne aplastada.
Mi infancia recorrió las estaciones: entre
los rieles, los castillos de madera reciente,
la casa sin ciudad, apenas protegida
por reses y manzanos de perfume indecible,
fui yo, delgado niño cuya pálida forma
se impregnaba de bosques vacíos y bodegas.
Canto general, 1950.
XV. Je suis
I. La frontière
Ce que je vis d’abord ce fut des arbres, des ravins
décorés de fleurs belles et sauvages,
un territoire humide, des forêts en feu,
et l’hiver en crue derrière le monde.
J’eus pour enfance des souliers mouillés, des troncs brisés
tombés dans la forêt, dévorés par les lianes
et les scarabées, j’eus des journées douces sur l’avoine,
et la barbe dorée de mon père partant
pour la majesté des chemins de fer.
La pluie australe creusait devant la maison
de profondes mares, des bourbiers d’argile endeuillée,
qui, l’été, se transmuaient en un jaune climat
où les charrettes grinçaient, où elles pleuraient
enceintes de neuf mois de blé.
Soleil du Sud: soleil rapide:
chaumes, denses fumées
dans des chemins de terre écarlates, berges
de fleuves à ronde lignée, prairies, enclos
où le miel du midi était réverbéré.
Le monde poussiéreux pénétrait par degré
dans les hangars, parmi des tonneaux et des cordes,
jusqu’aux caves entassant le rouge résumé
du noisetier, toutes les paupières de la forêt.
Il me parut monter dans la robe torride
de l’été, avec les batteuses, au long
des côtes, sur la terre au vernis de boldos
dressée entre les chênes, indélébile,
et qui collait aux roues comme chair écrasée.
Mon enfance parcourut les saisons: avec, autour de moi,
les rails, les châteaux de bois frais
et la maison sans ville, à peine protégée
par des troupeaux et des pommiers au parfum ineffable,
je vécus, mince enfant à la forme pâlotte,
en m’imprégnant de forêts vides et d’entrepôts.
Chant général, 1977. Éditions Gallimard (Traduction de Claude Couffon).
XV Yo soy
III. La casa
Mi casa, las paredes cuya madera fresca,
recién cortada, huele aún: destartalada
casa de la frontera, que crujía
a cada paso, y silbaba con el viento de guerra
del tiempo austral, haciéndose elemento
de tempestad, ave desconocida
bajo cuyas heladas plumas creció mi canto.
Vi sombras, rostros que como plantas
en torno a mis raíces crecieron, deudos
que cantaban tonadas a la sombra de un árbol
y disparaban entre los caballos mojados,
mujeres escondidas en la sombra
que dejaban las torres masculinas,
galopes que azotaban la luz,
enrarecidas
noches de cólera, perros que ladraban.
Mi padre, con el alba oscura
de la tierra, hacia qué perdidos archipiélagos
en sus trenes que aullaban se deslizó?
Más tarde amé el olor del carbón en el humo,
los aceites, los ejes de precisión helada,
y el grave tren cruzando el invierno extendido
sobre la tierra,como una oruga orgullosa.
De pronto trepidaron las puertas.
Es mi padre.
Lo rodean los centuriones del camino:
ferroviarios envueltos en sus mantas mojadas,
el vapor y la lluvia con ellos revistieron
la casa, el comedor se llenó de relatos
enronquecidos, los vasos se vertieron,
y hasta mí, de los seres, como una separada
barrera, en que vivían los dolores,
llegaron las congojas, las ceñudas
cicatrices, los hombres sin dinero,
la garra mineral de la pobreza.
Canto general, 1950.
XV. Je suis
III. La maison
Ma maison et ses murs de planches fraîches
dont je sens encor le parfum; branlante et biscornue
maison de la frontière qui craquait
à chaque pas, et où sifflait le vent de guerre
du temps austral, maison qui devenait alors
élément de tempête ou oiseau inconnu
aux plumes glacées sous lesquelles grandissait mon chant.
Je vis des ombres, des visages qui poussèrent
comme des plantes autour de mes racines, des parents
qui fredonnaient sous les grands arbres et qui tiraient
des coups de feu au milieu des chevaux mouillés,
des femmes qui, cachées dans l’ombre,
délaissaient les tours masculines,
des galops qui fouettaient le jour,
des nuits
coléreuses et sans air, des chiens qui aboyaient.
Avec l’aube, mon père, sur la terre enténébrée,
se faufilait dans ses trains qui hurlaient.
Vers quels archipels oubliés?
Plus tard j’ai aimé l’odeur du charbon dans la fumée,
les huiles, les essieux, leur précision glacée,
l’hiver allongé sur la terre.
Soudain les portes ont trépidé.
Voici mon père
entouré de ses centurions: les cheminots,
ils sont enveloppés dans leurs couvertures trempées,
la vapeur et la pluie avec eux ont vêtu
la maison, dans la salle à manger, leurs récits
foisonnent et s’enrouent, les verres se répandent,
et de ces êtres, jusqu’à moi, comme d’une barrière
écartée, où nichaient, où vivaient les douleurs,
sont arrivés les angoisses, les cicatrices
taciturnes, les hommes sans argent,
la griffe minérale de la pauvreté.
Chant général, 1977. Éditions Gallimard (Traduction de Claude Couffon).
Pablo Neruda, né le 12 juillet 1904 à Parral (province de Linares) dans le sud du Chili, perd sa mère, Rosa Neftalí Basoalto Opazo deux mois après sa naissance. Son père, José del Carmen Reyes Morales (1872-1938) s’installe à Temuco, capitale de la région d’Araucanie et de la province de Cautín en 1905 et se remarie en 1906 avec doña Trinidad Candia Malverde (La mamadre) (1869-1938). Il évoque cette belle figure dans son autobiographie en vers, Memorial de Isla Negra (1964).
La mamadre
La mamadre viene por ahí, con zuecos de madera. Anoche sopló el viento del polo, se rompieron los tejados, se cayeron los muros y los puentes, aulló la noche entera con sus pumas, y ahora, en la mañana de sol helado, llega mi mamadre, doña Trinidad Marverde, dulce como la tímida frescura del sol en las regiones tempestuosas, lamparita menuda y apagándose, encendiéndose para que todos vean el camino.
Oh dulce mamadre
—nunca pude
decir madrastra—,
ahora
mi boca tiembla para definirte,
porque apenas
abrí el entendimiento
vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro,
la santidad más útil:
la del agua y la harina,
y eso fuiste: la vida te hizo pan
y allí te consumimos,
invierno largo a invierno desolado
con las goteras dentro
de la casa
y tu humildad ubicua
desgranando
el áspero
cereal de la pobreza
como si hubieras ido
repartiendo
un río de diamantes.
Ay mamá, cómo pude
vivir sin recordarte
cada minuto mío?
No es posible. Yo llevo
tu Marverde en mi sangre,
el apellido
del pan que se reparte,
de aquellas
dulces manos
que cortaron del saco de la harina
los calzoncillos de mi infancia,
de la que cocinó, planchó, lavó,
sembró, calmó la fiebre,
y cuando todo estuvo hecho,
y ya podía
yo sostenerme con los pies seguros,
se fue, cumplida, oscura,
al pequeño ataúd
donde por vez primera estuvo ociosa
bajo la dura lluvia de Temuco.