La revue Diérèse (poésie et littérature) a publié dans son numéro 90 (été 2024) quatre poèmes du grand poète vénézuélien, Eugenio Montejo (1938-2008) : Adiós al siglo XX, Islandia, Ulises, La Poesía. Ils sont traduits par Raymond Farina. Je recommande aussi la lecture de ceux d’Estela Puyuelo (née en 1976 à Labasca – Huesca), traduits par Nathalie de Courson.
Coordonnées de la revue (3 numéros par an. 45 euros) : Daniel Martinez 8 avenue Hoche 77330 Ozoir-la-Ferrière.
http://http///revuepoesie.hautetfort.com
http://diereseetlesdeux-siciles.hautetfort.com/
Eugenio Montejo, fils d’un boulanger, est né le 19 octobre 1938 à Caracas. Il est mort le 5 juin 2008 à Valencia (Vénézuela). Professeur d’université, chercheur, éditeur (Monte Ávila Editores), animateur de plusieurs revues (Azar Rey, Revista Poesía de la Universidad de Carabobo), il a reçu en 1998 le Prix national de littérature du Venezuela et en 2004 le Prix international Octavio Paz de Poésie. Il a été aussi conseiller culturel à l’ambassade du Venezuela au Portugal. Il est de la même génération que le Prix Cervantes 2023, Rafael Cadenas (1930). Comme ce dernier, il était très critique à l’égard du chavisme au pouvoir dans son pays depuis 1999. Son œuvre complète a été publiée par la maison d’édition espagnole Pre-Textos.
Tomo I. Poesía, 2021.
Tomo II. Ensayo y géneros afines, 2022.
Tomo III. Blas Coll y los colígrafos, 2023.
https://www.lesvraisvoyageurs.com/2019/01/25/eugenio-montejo-1938-2008/
J’ai choisi 4 autres poèmes de cet écrivain méconnu en France.
Dura menos un hombre que una vela
Dura menos un hombre que una vela
pero la tierra prefiere su lumbre
para seguir el paso de los astros.
Dura menos que un árbol,
que una piedra,
se anochece ante el viento más leve,
con un soplo se apaga.
Dura menos un pájaro,
que un pez fuera del agua,
casi no tiene tiempo de nacer,
da unas vueltas al sol y se borra
entre las sombras de las horas
hasta que sus huesos en el polvo
se mezclan con el viento,
y sin embargo, cuando parte
siempre deja la tierra más clara.
Muerte y memoria, 1972.
Terredad
Estar aquí por años en la tierra,
con las nubes que lleguen, con los pájaros,
suspensos de horas frágiles.
A bordo, casi a la deriva,
más cerca de Saturno, más lejanos,
mientras el sol da vuelta y nos arrastra
y la sangre recorre su profundo universo
más sagrado que todos los astros.
Estar aquí en la tierra: no más lejos
que un árbol, no más inexplicables;
livianos en otoño, henchidos en verano,
con lo que somos o no somos, con la sombra,
la memoria, el deseo, hasta el fin
(si hay un fin) voz a voz,
casa por casa,
sea quien lleve la tierra, si la llevan,
o quien la espere, si la aguardan,
partiendo juntos cada vez el pan
en dos, en tres, en cuatro,
sin olvidar la parte de la hormiga
que siempre viaja de remotas estrellas
para estar a la hora en nuestra cena,
aunque las migas sean amargas.
Terredad, 1978.
Creo en la vida
Creo en la vida bajo forma terrestre,
tangible, vagamente redonda,
menos esférica en sus polos,
por todas partes llena de horizontes.
Creo en las nubes, en sus páginas
nítidamente escritas,
y en los árboles, sobre todo en otoño.
(A veces creo que soy un árbol.)
Creo en la vida como terredad,
como gracia o desgracia.
-Mi mayor deseo fue nacer,
a cada vez aumenta.
Creo en la duda agónica de Dios,
es decir, creo que no creo,
aunque de noche, solo,
interrogo a las piedras,
pero no soy ateo de nada
salvo de la muerte.
Terredad, 1978.
La Vida
a Vicente Gerbasi
La Vida toma aviones y se aleja;
sale de día, de noche, a cada instante
hacia remotos aeropuertos.
La Vida se va, se fue, llega más tarde;
es difícil seguirla: tiene horarios
imprevistos, secretos;
cambia de ruta, sueña a bordo, vuela.
La Vida puede llegar ahora, no sabemos,
puede estar en Nebraska, en Estambul,
o ser esa mujer que duerme
en la sala de espera.
La Vida es el misterio en los tableros,
los viajantes que parten o regresan,
el miedo, la aventura, los sollozos,
las nieblas que nos quedan del adiós
y los aviones puros que se elevan
hacia los aires altos del deseo.
Algunas palabras, 1976.