La romancière espagnole Carmen Laforet est née il y a tout juste 100 ans le 6 septembre 1921 à Barcelone.
Elle reçoit le 6 janvier 1945 le Prix Nadal pour son roman Nada. Elle avait alors 23 ans. Ce roman reflète assez bien l’ atmosphère étouffante de l’après-guerre civile.
Elle se marie en 1948 avec le journaliste et critique Manuel Cerezales. Elle aura cinq enfants : Marta, Cristina, Silvia, Manuel, Agustín. Ils se séparent à la fin de l’été 1970.
Elle meurt le 28 février 2004 à Majadahonda (Communauté de Madrid) à 82 ans.
Oeuvres principales :
1944 Nada (Prix Nadal 1944) — Traduction française : Rien, Éditions Bartillat, 2004. Traducteurs : Marie-Madeleine Peignot Mathilde Pomès, Maria Guzmán.
1950 La isla y los demonios — Traduction française : L’île et ses démons, Éditions Bartillat, 2006. Traducteur : André Gabastou.
1955 La mujer nueva (Prix national de Narration 1955) — Traduction française : Une nouvelle femme, Éditions Bartillat, 2009. Traducteur : André Gabastou.
1963 La insolación.
2003 Puedo contar contigo (1965-1975) Correspondance avec Ramón J. Sender.
2004 Al volver la esquina.
En épigraphe de son célèbre roman Nada, on trouve la première strophe de ce poème de Juan Ramón Jiménez qui appréciera beaucoup le livre comme Azorín.
Nada
A veces un gusto amargo,
un olor malo, una rara
luz, un tono desacorde,
un contacto que desgana,
como realidades fijas
nuestros sentidos alcanzan
y nos parece que son
la verdad no sospechada.
Volvemos luego a lo otro
y, baja, la nube ¿pasa?
No es posible gustar ya,
oler, ver, oír, tocar la
miseria que nos sumía
en sus profundas entrañas.
Pero hay un fondo vano
donde todo aquello para,
y aunque no se sepa, sigue
allí, sucia la amenaza.
« Felicidad (dice el día)
tu gloria está terminada ».
El corazón y la frente
lo repiten : «¡Terminada!».
Pero en el nadir más triste,
por su cuenta, no en palabras
repite un eco soez :
«¡Nada, nada, nada, nada!»
Canción, 1916.
Juan Ramón Jiménez, Prix Nobel de Littérature en 1956 écrira cette lettre à la jeune romancière:
“Querida Carmen Laforet:
Acabo de leer “Nada”, este primer libro suyo, que me llegó, en segunda edición, de Madrid. Le escribo para decirle que le agradezco la belleza tan humana de su libro, belleza de su sentimiento; mucha parte, sin duda, un libro es uno mismo más de lo que suele creerse, sobre todo un libro como el de usted, que se le ve nutrirse, hoja tras hoja, de la sustancia propia de la escritora.
… El primer libro de una muchacha y en particular el suyo… está hecho, es claro, de pedazos entrañables, como todo lo que hace la juventud, y con tanta jenerosidad de ofrecimiento público…En los libros juveniles hay siempre algo relijioso, esa fresca espontaneidad de un noviciado libre, y en su caso, de una novicia de la novela…
Yo siempre he sido un gozador del defecto… Bendito el llamado defecto, que no lo es, ¡y que nos salva de la odiosa perfección! En su libro me gustan los defectos… Y he pensado muchas veces que me gustaría que toda mi obra fuese como un defecto de un andaluz. ¡Qué horror esos muchachos que empiezan a escribir “correctos”!… Porque ¡Dios del verbo, del sustantivo y del adjetivo, ¿cómo escribirán Pérez de Ayala y Jorge Guillén cuando tengan (y que Dios se los dé) 80 años!
Le quiero señalar, entre lo que considero más completo de su “Nada”, el extraordinario capítulo 4, con su diálogo tan natural y revelador, entre la abuela y Gloria; el 15, que es un cuento absoluto, como lo son también otros. A mí me parece que su libro no es una novela en el sentido más usual de la palabra… sino una serie de cuentos tan hermosos alguno de ellos como los de Gorki, Eça de Queiróz, Unamuno o Hemingway…
Necesito volver a lo del estilo. ¿Qué es un estilo cuidado? ¿En qué consiste ese cuidado?… Creo yo que son los de los novelistas del 98, que no solamente acertaron en su juventud, sino que mejoraron con el tiempo. Azorín, por ejemplo, escribe mejor cada vez, y en los libros últimos de Pío Baroja hay pájinas magníficas…Miguel de Unamuno murió escribiendo en plena hermosura… Y son buenos y bellos porque consiguen su propósito estético de síntesis idiomáticas. Y Ramón Gómez de la Serna, de la jeneración siguiente a Miró, sigue siendo tan profundamente natural y verde como una higuera…
Siempre me ha obsesionado el asunto del estilo. Ahora yo, que estoy repasando toda mi obra escrita para una edición definitiva (y no mirarla más), me deleito en quitar todas las palabras menos naturales, “estío” por verano… “gualdo” por amarillo… “albo” por blanco… Y he vuelto a poner repeticiones que eran necesarias donde las había quitado. Yo creo que el estilo se hace con la expresión, hablando; escribiendo, con los puntos y las comas. Con puntos y comas se adornan todos los estilos. Por eso gente del pueblo que no sabe escribir según ella cree, ha puesto a veces todos los puntos y las comas al final de una carta, para que el lector los coloque donde los necesite. Y por eso ilustres filólogos que yo conozco, dejan la puntuación al cuidado de un exijente corrector de pruebas…
Se me olvidaba decirle que “Nada” la hemos leído mi mujer y yo juntos. Muchas veces leemos juntos cuando el libro es novela o teatro. La poesía o el ensayo requieren para mí lectura individual y ojos. A mí se me pegan tanto los ojos a cualquier libro, que a veces tardo meses en leer veinte pájinas. Cuando leo con otra persona, releo luego con los ojos lo que recuerdo más con el oído, y este modo de leer tiene para mí la ventaja a veces de comprobar sólo lo mejor.
Vamos a ver si podemos interesar a algún editor norteamericano en su libro y que sea traducido y publicado aquí. Para eso necesito dos o tres ejemplares de “Nada”. Me parece que gustaría de veras, porque “Nada”, como todo lo auténtico, es de aquí también, y de hoy, y será de mañana.
Juan Ramón. Washington, marzo de 1946.”