Il y a 16 ans s’en allait notre beau-frère, le photographe Roberto Villagraz. Il nous manque. Nous pensons aussi à notre soeur Concha et à ses enfants Lola y Lucas.
Hace 16 años falleció nuestro cuñado, el fotógrafo Roberto Villagraz. Le echamos de menos. Pensamos también en nuestra hermana Concha y en sus hijos Lola y Lucas…
J.T. et C.F
Cet article de Joaquín Vidal fut publié dans El País le samedi 19 octobre 2002.
Este artículo de Joaquín Vidal se publicó en la edición de El País del Sábado, 19 de octubre de 2002:
“A Roberto Villagraz (Madrid 1951-2002) se le ha conocido por sus fotos. No mucho; algo, una cosa de iniciados, tras casi un cuarto de siglo trabajando en muy diferentes medios de comunicación. Se conoce mucho alguna imagen suya: El Cojo Manteca arrasando el mobiliario urbano tras una manifestación estudiantil mediados los años ochenta, por ejemplo. Aparece, barbudo, serio y circunspecto, en una foto histórica del 23-F, en la que los periodistas leen en la escalinata del hotel Palace una edición histórica de El PAÍS. Tiene muchos trabajos premiados, imágenes memorables, pero no buscaba esa foto feliz, ese instante de gloria que lo perpetuaría como fotógrafo cumbre.
‘Esto es un puzzle’, aseguraba a la hora de enfocar un reportaje. Y la teoría del puzzle siempre apareció detrás de cada uno de los más de 100 reportajes que hicimos juntos en la revista Interviú. Pero aún no estaban encajadas todas las piezas. Roberto Villagraz ha sido un reportero de mirada miope, que quería contar una historia grande: la de un país que es blanco y negro, un lado al sol y otro que se ha dado en llamar la España negra; y se le ha quedado inacabada. De ahí memorables trabajos incrustado y enfangado en expediciones a Lourdes, trashumando con rebaños de ovejas, con la Legión, o retratando fronteras imposibles en la España africana.
La notoriedad le llegó, en cierto modo, con un viaje que surgió en Interviú. La guerra de Kosovo permitió a Roberto retratar con toda la hermosura de una mirada sensible un drama de barro, miseria y putrefacción, pero sobre todo de personas.
Se conocen sus fotos, que seguro se volverán a ver muchas veces, pero estaría bien que se supiera que esa mirada miope de gafas de alambre redondas se completaba con una enormidad de persona, arisco por tímido, entrañable hasta el dolor con su familia, los amigos y cada historia que se encontraba. Todo esto aderezado con una voz muy profunda de fumador empedernido. Roberto Villagraz, con 50 años, aseguraba con mucha sorna que era ‘un proyecto de gran fotógrafo’. No era un proyecto, el gran fotógrafo estaba aquí y ha muerto sin que algunos se enteraran.”
(Este artículo de Joaquín Vidal se publicó en la edición de El País del Sábado, 19 de octubre de 2002)